Una película
ubicada antes de la segunda Guerra mundial (1939), donde tal y como no los dice
el nombre, el futuro rey debe dar un discurso a su gente no simplemente por
levantar los ánimos caídos, sino por el miedo que se respira y los tiempos
difíciles que se avecinan ante la declaración de guerra, de Gran Bretaña contra
la Alemania nazi.
¡¡¡ALERTA
DE SPOILER!!!
De cualquier manera Alberto (o Bertie como le decían de cariño) ya veía venir esta situación y se sometió a todo tipo de métodos y remedios (algunos muy primitivos) para curar su mal; viéndose frustrado ante tantos intentos sin el menor resultado, se da por vencido. Fue su esposa (Helena Bonham Carter), quien con dificultad convence al re-re-resignado B-Be-Bertie en un último intento de ver a Lionel Logue (Geoffrey Rush), un “doctor” quien es famoso por sus métodos “poco ortodoxos”. Sin embargo el futuro rey no facilita nada las cosas con su poca cooperación y su muy testaruda actitud (muy propio de la realeza), pero acaba por darse cuenta de que el tratamiento si funciona y muy bien.
Al final el Bertie descubre que el verdadero problema está en su mente no en su boca, y al abrir su mente también abre su corazón, y a pesar de todos los roces que tienen debido a su necedad y mal genio, termina encontrando en Lionel un gran amigo y viceversa. La familia del doc se lleva una gran sorpresa cuando descubren que el paciente es nada más ni nada menos que el mismísimo rey Jorge VI (Bertie), y mayor aún cuando el rey de los tartamudos descubre que el Doc no es Doc y que su método nació a raíz de la guerra anterior como un experimento para ayudar a los soldados que perdieron el habla (y también la guerra by the way) y que en realidad no contaba con credenciales que lo validaran más que la credencial de su experiencia. Pero a pesar de todo y a pesar de todoooo…la amistad de los dos es lo que prevalece y lo mejor de todo: un Sr. Discurso en el palacio de Buckingham.
CONCLUSIÓN:
Una excelente
película que sobresale por su sencilla pero cautivadora historia (basada en la
vida real) y es esa la clave, la genialidad de la sencillez, pues la película
no es pretenciosa en ningún sentido, las tomas son muy simples, cuadros quietos
y con pocos cambios; así también la música que hace énfasis en el colmo (no, no
son los babasónicos) de la situación que ocupa e incluso llega a ser dramática
en alguna partes muy puntuales, pero totalmente acorde con la historia. Cabe
mencionar como dato curioso que el guionista David Seidler leyó sobre Jorge VI
después de superar su propia tartamudez cuando era joven. Un 10, me encantó
(digo no por nada estuvo nominada a 12 Oscares).